jueves, 28 de mayo de 2009

Mal tiempo para votar



Falta poco más de un mes para las elecciones del 5 de julio, existe ya la preocupación de un alto abstencionismo y aún más, en casi todos los espacios de opinión (televisión, radio, prensa, internet) se habla de anular el voto como una forma de expresar inconformidad ante una clase política que no realiza un trabajo eficiente y eficaz para solucionar los problemas públicos. Se argumenta que no se trata de ir en contra de un partido en particular, sino que sea un llamado enérgico de la ciudadanía ante los pobres resultados que la clase política ha ofrecido en los últimos tiempos.

Si bien el abstencionismo es una práctica antidemocrática, queda siempre la duda de los motivos del por qué los ciudadanos no fueron a votar: el desinterés es casi siempre lo que se encuentra cuando se indaga sobre el particular, quedando en muy pocos el no votar como forma de protesta.

Por otro lado, la anulación del voto tradicionalmente está asociado al error de elector al momento de marcar una opción, sin embargo, ahora se habla de anularlo con conocimiento de causa y con un motivo. Aunque menos grave que el abstencionismo, pues el ciudadano participa. No obstante ello, se está enfrente de una salida, una forma de protesta, que está en el filo del desconocimiento de las autoridades, de todas. ¿Por qué? Porque simplemente no se cree en ese mecanismo, para lo que fue creado: para elegir representantes del pueblo, los cuales defenderán los intereses de todos los ciudadanos, de la mayoría. Anular el voto, es como si fuéramos a los servicios médicos públicos, y al final de la consulta rompiéramos la receta porque no confiamos en el diagnóstico del médico. Así de grave y así de desesperada y decepcionada está ya un buen grupo de ciudadanos que no ven en los actuales políticos un verdadero compromiso para cambiar las cosas. Sergio Aguayo, académico de El Colegio de México, le ha llamado “la náusea”, y abiertamente ha expresado que anulara su voto.

Motivos para anular el voto, si se buscan, sobran. ¿Sobraran motivos para votar por un partido? Tal vez no sobren, pero los hay, y como siempre depende de los partidos políticos, candidatos y de las autoridades electorales el que se tenga certidumbre de que vale la pena hacerlo. Hay aún tiempo suficiente para que los partidos políticos abandonen esas avanzadas técnicas de mercadotecnia para ensuciar al contrincante, como si algún partido, y el gobierno emanado de éste, tuviera un desempeño intachable. Y aún los señalamientos negativos de los contrincantes deben de presentarse con pruebas, algo básico para que las denuncias sean creíble, pero de esto poco se ve.

Hay tiempo para debatir y proponer, no los “qué”, sino los “cómo”. Todos sabemos que el narcotráfico es un problema, lo que nos interesa es saber “cómo” lo van a solucionar. Todo sabemos que el desempleo es un problema grave, el presidente Felipe Calderón nos dijo que él era el presidente del empleo, no hemos visto cómo ha generado empleos, sigue el reto. ¿Cómo los futuros legisladores federales lograran crear empleo? Con frases e ideas sueltas en su propaganda no lo creo. No hay duda de que hay excelentes personas como candidatos: ciudadanos y militantes de partidos, pero ese talento individual se ve disminuido cuando sobresale la mercadotecnia política con su mala escuela de la guerra sucia y de que a los ciudadanos hay que tratarlos como clientes y que con canciones con nulo ingenio y demás recursos del tipo la gente va votar por ellos. Si siguen por ese camino no me asombrara que el voto nulo sea un porcentaje que figure en la estadística electoral.

Abstenerse de votar y anular el voto no es una opción, es la negación de los instrumentos democráticos. ¿Por qué protestar de esa manera y no de otra donde no se dañe el proceso electoral? ¿Es ya la única vía? Los gobernantes y gobernados se alejan cada vez más del sentido básico de la política: los que están preocupados por la ciudad, por los asuntos públicos. En el fondo hay un problema de confianza ante las autoridades, en ello está que los ciudadanos confíen y participen, así el ciudadano se planteara el problema de por quién votar y no para qué votar

El título que utilizo para esta colaboración es la primera línea de la novela Ensayo sobre la lucidez, del escritor José Saramago. Novela altamente recomendable en esta época electoral. Creo que esta obra sí se consigue en las librerías de Aguascalientes.


Publicado en Aguas, 28 de mayo de 2009

jueves, 14 de mayo de 2009

ENCUP 2008

Los resultados de la Encuesta Nacional de Cultura Política (Encup) en su cuarta edición han sido publicados. La entidad encargada para realizar esta tarea es la Secretaría de Gobernación, pues es una de sus obligaciones estudiar y fomentar una cultura política democrática en nuestro país. La realización de la encuesta está a cargo de expertos en el área, por lo que sus resultados son confiables para el estudio científico.
Vale la pena revisar algunos resultados de este ejercicio de medición de actitudes políticas para entender un poco mejor lo que puede pasar en el proceso electoral federal que tenemos en puerta.
El cuestionario aplicado a los ciudadanos en 2008 preguntó sobre el interés de la gente por la política: 9% dijo interesarse mucho y una cuarta parte algo. En cambio 38% dijo que se interesaba poco y 27%, nada. Está demás decir que la política, hacer política, no es valorado por una buena parte de la sociedad. Pero cuidado, esta pregunta es abstracta, indaga sobre un concepto. Cada persona tiene su propia idea de lo que es la política; por más que algunos digan que la política tiene qué ver con la preocupación que se tiene de los problemas de la ciudad, de la polis, para muchos la política es una actividad relacionada con el engaño, la mentira y el beneficio de uno pocos. Por cierto, en el cuestionario se hace la pregunta de qué entiende la gente por la palabra política, pero el resultado no se ofrece aún al público, o por lo menos yo no la vi en los tres documentos consultados.
Siguiendo con las preguntas abstractas (algo que es un defecto de todas las encuestas por su naturaleza de método cuantitativo -medir, antes que entender-) se preguntó: ¿Cree usted que México vive o no en una democracia? Prácticamente la mitad de los mexicanos encuestados (48%) cree que vivimos en una democracia. En el 2001, el resultado fue en esencia el mismo (50%). Lo cual lleva a la reflexión de que si bien no se ha desplomado el número de personas que creen que ya se ha superado el periodo de transición democrática, no ha crecido el número de convencidos. En otras palabras, la democracia está estancada, por lo menos en cuanto a esta forma de medirla, de entenderla. Todo esto llevaría a otra pregunta que está incontestada por los cuerpos académicos ¿Por qué no se ha consolidado la democracia en México? Curioso es que entre la clase política, la mayoría de ellos, esto ya no es una preocupación.
Ahora bien, los partidos políticos son instituciones fundamentales para que la democracia en cualquier país se consolide o no, la confianza ciudadana hacia los partidos es fundamental. El resultado de la ENCUP 2008 reitera el dato negativo que en otras encuestas se ha obtenido: siete de cada diez no confía o confía poco en los partidos políticos mexicanos. Es difícil cimentar una buena democracia si quienes la animan en buena parte no se han ganado la confianza de los ciudadanos.
Y obviamente, la confianza no se pierde misteriosamente, una pregunta que ayuda a explicar esta situación es la siguiente: Al elaborar las leyes, ¿Qué es lo que los diputados y senadores toman en cuenta?: 49% respondió que los intereses de los propios legisladores, 25% los intereses de los partidos políticos, y sólo el 11% cree que toman en cuenta los intereses de los ciudadanos. Las cifras hablan por sí mismas.
En esta misma tesitura, el Instituto Federal Electoral (IFE) es -junto con el Ejército- una las instituciones en las que más confía la gente (dos de cada tres ciudadanos). Un árbitro electoral fuerte puede ser la palanca que haga que los otros actores mejoren sus prácticas democráticas. Sin embargo, lo sucedido en las pasadas elecciones federales de 2006 y su estela de desconfianza ha menguado en la credibilidad de las elecciones, lo que constituye en esencia el trabajo del órgano electoral: desterrar la desconfianza de los procesos electorales. Por ello, es preocupante que el 66% de los ciudadanos encuestados no crea que las elecciones en México sean limpias. Ese 66% son quienes desconfían en los partidos políticos o en el órgano electoral. Una conclusión sencilla es que más de un actor político no está haciendo bien su trabajo.
No se ve en el actual proceso electoral un cambio sustancial en la forma de hacer política. No se manda ninguna señal de que las practicas políticas pueden hacerse de otra manera. Otras encuestas proyectan un abstencionismo superior al 60%. Se puede argumentar que el padrón electoral está inflado y que en número, no en porcentaje, el abstencionismo no es tan grave, puede ser cierto, pero es buscar una justificación en los números. A fin de cuentas, ¿qué tipo de proceso electoral queremos? ¿A qué tipo de democracia aspiramos? ¿Qué tipo de cultura política tienen los ciudadanos? Respuestas sencillas no hay. La Encup 2008, como sus otras ediciones, ayuda a entender mejor nuestra realidad política.

Publicado en Aguas, 14 de mayo de 2009.

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