viernes, 2 de mayo de 2008

La democracia mexicana: a paso de cangrejo



Los eventos que se han suscitado a lo largo de los ultimos años, y particularmente con el prolongado conflicto de la reforma petrolera, han permitido apreciar lo grave de las deficiencias democráticas que tiene nuestro país. Como siempre, la clase política es la que da la mala nota en la construcción democrática.

El escritor italiano Umberto Eco usó la frase
 «a paso de cangrejo» para intitular uno de sus últimos libros, y en éste da cuenta de los retrocesos que ha dado la humanidad, a pesar de tener mayores recursos para trascender y resolver sus problemas. La frase «a paso de cangrejo» se queda corta para describir el caso mexicano, ya que no sólo estamos en una involución política y social, sino que se agravan situaciones que hasta hace poco parecían estar superadas.

Un ejemplo de lo que menciono es el efecto que ha tenido la alternancia política en los diferentes niveles de gobierno del país. ¿Qué tanto ha servido el cambio de partidos en el poder para mejorar la vida de los ciudadanos? ¿El PAN corrigió la corrupción priísta? ¿La pobreza heredada por el PRI disminuyó con los gobiernos municipales y estatales panistas? ¿Vivir con tranquilidad es un objetivo real con el PAN en el poder? A fin de cuentas, la pregunta con la que se debiera trabajar es: ¿Quién hace funcionar mal a las instituciones democráticas? 

En Aguascalientes ya se ha hecho la alternancia de ida y vuelta, es decir, el municipio capital ya estuvo en manos del PAN, y ahora está de regreso a manos de quien perdió ese espacio en 1995. ¿Por qué la gente decidió que el PAN ya no satisfacía sus necesidades? ¿Por qué regresó con el partido con el que estaba tan enojado? ¿Es un nuevo PRI? ¿Y el PRD y los otros partidos emergentes por qué no son opción para la mayoría de los hidrocálidos? ¿Hay verdaderas alternativas o la sociedad se está conformando con lo que hay?

No me sumo a la idea de que la democracia no sirve para solucionar los problemas; creo que al grupo que se ostenta en el poder, particularmente en el Ejecutivo y Legislativo, le ha quedado demasiado grande el reto de transitar de manera definitiva de un régimen autoritario a uno democrático. Tenemos a gobernantes con perfil autoritario y no democrático. El discurso democrático sólo les sirve para ostentarse en el poder, pero no creen ni practican sus valores.

La historia reciente de nuestro país está llena de estos casos. Solamente en estos últimos quince días hemos presenciado varios episodios que resultan más que ilustrativos del mal momento que está viviendo la política mexicana.

Uno de estos incidentes es la actitud y lenguaje del gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez, quien utilizó el recurso de los intelectualmente impotentes: el insulto a los críticos. Es censurable, criticable y un acto ilegal el hecho de llevar recursos públicos a la realización de un santuario cristero, caso similar al de Aguascalientes con el Cristo Roto, pero allí estuvo peor, nadie se inmutó, la sociedad y la oposición partidista no hizo nada.

El colmo ha sido que el gobernador, Luis Armando Reynoso Femat, quien en lugar de actuar con sentido común y censurar la actitud de su homólogo jalisciense, lo justifica y defiende. El mensaje que están mandando estos gobernadores es que el recurso de la injuria es válido para resolver problemas. El núcleo de un buen político es que puede llegar a acuerdos por vía de la tolerancia y el respeto al otro. 

De igual manera con la cuestionada toma de las tribunas legislativas, el espacio del diálogo se ha visto seriamente dañado para el país. Y aún más, recién recuperado el espacio deliberativo es utilizado para exponer la misoginia de unos y el torpe pugilismo de otros. ¿Y el debate serio para cuándo?

Se ha dicho que se le dará al tema de la reforma petrolera 71 días para ser debatida nacionalmente. Es una nueva oportunidad para dignificar la política, poner en su lugar a la razón y a la negociación. Ya hay un hartazgo notorio en la sociedad al ver a diario estos espectáculos. Las televisoras nacionales y demás medios no tienen escasez de notas negativas para llenar sus espacios. La gente ante todos estos fenómenos tiene dos caminos bien marcados: uno es la indignación y reclamar que los políticos se hagan responsables de sus actos (aquí son los pocos); el otro camino es por el que ha optado la mayoría, el desinterés por todo lo que tenga que ver con política. Ante todo esto, una clase política mediocre y una sociedad desinteresada, uno termina preguntándose si éste es el producto que se esperaba de la democracia. La cuestión es que no estamos en una democracia plena, nos vamos alejando de la democracia a paso de cangrejo pero por senderos aún más escarpados.

Publicado en diario Aguas (1/05/2008).

1 comentario:

Anónimo dijo...

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