martes, 17 de junio de 2008

Paradojas de la democracia

Los mexicanos no hemos resuelto aún interrogantes básicas acerca de nuestra democracia, como es el de la transición de un sistema autoritario a uno más democrático. Este tema en particular se ha convertido en un callejón sin salida, pues nadie está convencido plenamente que el viejo régimen haya quedado en la historia y que estemos viviendo una nueva época caracterizada por la estabilidad política y social. Seguimos en ese callejón, en esa discusión, aunque se le llama de diversas maneras: reforma electoral, reforma del estado, etcétera.

            De acuerdo a uno de los más prestigiados teóricos de la democracia, Larry Diamond, la democracia es el tipo de sistema político más ampliamente admirado, pero también es quizá el más difícil de mantener. La democracia para este pensador “se basa en un mínimo de coerción y un máximo de consentimiento”. Para Diamond los gobiernos democráticos se encuentran inevitablemente gravados con ciertas paradojas inherentes. El conciliar estas contradicciones es el esfuerzo que debe de tener cada país para ir consolidando su régimen democrático. Creo que el país con sus instituciones, clase política y sociedad se encuentra actualmente en un esfuerzo por resolver favorablemente estas paradojas.

            Son tres las contradicciones básicas que detecta Larry Diamond en toda democracia. La primera que resalta es la que existe entre el conflicto y el consenso. La naturaleza del sistema democrático es la institucionalización de la lucha por el poder, aquí aparece el conflicto y la competencia, que si no son debidamente controladas se puede trastocar la paz civil y la estabilidad política. Para ello es necesario que la división que genera la competencia deba estar atemperada por el consenso, sin que ello signifique sancionar demasiado la competencia. México ha tenido diferentes experiencias en este terreno, la competencia por el poder en el 2006 llevó a los grupos a un conflicto que por momentos parecía que iba alterar la paz social, aunque efectivamente la estabilidad política sí se vio trastocada en tanto que una de las partes, la derrotada, no aceptó el resultado de la elección para la presidencia de la república. En este sentido la contradicción entre conflicto y consenso arrojó un saldo poco favorable para la democracia. Incluso la incapacidad del Consejo General del IFE para administrar el conflicto electoral le trajo consecuencias conocidas por todos.

            La segunda contradicción o paradoja de la democracia a la que hace referencia Diamond se refiere a la tensión entre representatividad y gobernabilidad. Esta contradicción surge en tanto que la democracia significa que el poder no debe estar en manos de unos pocos, sino que se deposita en un grupo que representa a los ciudadanos, y a su vez estos representantes deben de actuar con energía y prontitud, atendiendo no sólo las demandas de los grupos de interés, sino a veces también enfrentándose a sus intereses particulares. Para ello se requiere un sistema de partidos sólido que no dependa de estos grupos. Por lo tanto la gobernabilidad (el actuar, el hacer funcionar las instituciones) debe compaginarse con la representatividad (los diferentes intereses que existen en una sociedad).

            De igual forma para el caso mexicano, a veces se observa como los representantes de la sociedad sesgan sus criterios para favorecer a un solo grupo. La aprobación de la llamada ley Televisa es un buen ejemplo. O lo que en últimas fechas ocupa a la opinión pública: ¿a qué intereses están respondiendo los representantes de la ciudadanía ante el tema energético? ¿Se debe responder a la urgencia de unos por reformar (privatizar) o mantener el status público de PEMEX defendido por otros? ¿Qué acción genera mayor gobernabilidad para el país?

            Lo anterior nos lleva a la tercera paradoja que expone Larry Diamond, la que se refiere a consentimiento y efectividad. Tal vez está sea la contradicción más importante. La democracia significa en todo caso y de manera muy sencilla: el gobierno del pueblo, o por lo menos, el gobierno con el consentimiento del pueblo. La legitimidad que da el gobernado al gobernante es fundamental para que funciones el sistema democrática. La legitimidad no es otra cosa que la confianza (consentimiento) que otorga el ciudadano hacía el grupo en el poder. Si no hay tal confianza el gobierno difícilmente podrá ejercer el poder. ¿Cómo se gana la confianza los gobernantes? Una primera fuente de legitimidad es el que se haya alcanzado el poder mediante elecciones limpias y creíbles. Una segunda fuente es el ejercicio del poder, y aquí está la parte de la efectividad, un gobierno electo democráticamente debe refrendar la confianza que le dio el ciudadano a través del voto mediante una ejercicio del poder que atienda las necesidades primordiales de la población, por ende, un gobierno que desconoce cuáles son los requerimientos de la población, si actúa sin un diagnóstico adecuado, puede tener una gran dificultad en mantenerse en el poder, pues los ciudadanos verán que quienes fueron electos por ellos no responde a sus necesidades. Aquí entra el problema del descrédito de la democracia cuando los gobiernos actúan igual o peor que los gobiernos autoritarios. Los ciudadanos a final de cuentas apoyan los cambios políticos si esto significa no sólo la garantía del ejercicio de las libertades, sino que se genere una mejora sustantiva en sus condiciones de vida.

            Ante la decepción del gobierno de Vicente Fox, al actual gobierno le queda el gran reto de demostrarle a la gente que la democracia puede generar gobiernos efectivos, que pueden mejorar las condiciones de vida de la población. Aunque hasta el momento el gobierno de Calderón no esté dando muestra de ello, cada frente que habré es una batalla que pierde, o que hasta el momento ha sido derrotado, la guerra contra la inseguridad es el mejor ejemplo.

            En fin, la democracia está compuesta por elementos contradictorios pero no excluyentes. En todo caso lo que requiere la democracia son políticos hábiles que puedan entender el momento político y puedan resolver los problemas con fórmulas democráticas y no con las viejas fórmulas autoritarias. En este sentido sorprende que el gobierno de Calderón se oponga a una consulta para conocer el parecer de los ciudadanos sobre el tema del petróleo. Es cierto, la decisión final será la que tomen los representantes populares (los legisladores), pero ¿por qué no escuchar lo que dice la gente? ¿Por qué se les pide que se informen sobre el tema y luego no se quiere escuchar su opinión? “No te veo, ni te escucho”, no es una paradoja, sino una salida autoritaria. 

Publicado en diario Aguas.


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