jueves, 21 de agosto de 2008

Ciencia política latinoamericana

En estos días se está celebrando el cuarto Congreso de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política (Alacip); en esta ocasión la sede ha sido la Universidad de Costa Rica. La formación de la Asociación y los eventos organizados por ésta tienen el objetivo de satisfacer una necesidad de primer orden para la disciplina: entablar un diálogo plural en el que se reconozca y diagnostique el desarrollo y retos de la disciplina en los distintos países que conforman la región. De lo que se trata a final de cuentas es desarrollar instrumentos analíticos que permitan una mejor comprensión de los procesos políticos y consecuentemente -si es que existe la debida convergencia del gobierno- diseñar y aplicar las estrategias que sean necesarias para mejorar la vida de los ciudadanos.
Por lo anterior, el reto es ofrecer propuestas y formar de analizar y utilizar los conocimientos, modelos teóricos, metodologías y técnicas de investigación de la disciplina que tiene como objeto el estudio del poder. Uno de los temas en los que hay un mayor acuerdo es que se debe de desarrollar esquemas explicativos que si bien tienen un referente en los principios básicos de la ciencia política, debe también atender a la realidad de las diferentes regiones. Por lo que el desarrollo de una serie de técnicas y métodos e incluso de teoría debe ser emanada no sólo de la teoría que se genera en otros países sino de las realidades latinoamericanas.
Un concepto que siempre está siendo revisado es el de la democracia, y si algo sirve como indicador para entender el estado en el que se encuentra la ciencia política latinoamericana, es a través de observar como es manejado y empleado este concepto. Por ejemplo, mientras que algunos tratan de acotar el concepto a través de definir cuantitativamente o formalmente ciertos elementos que se consideran esencias y básicos para la democracia, como puede ser el ejercicio del voto garantizado por la ley y el ejercicio que hacen los ciudadanos de éste derecho, para otros analistas eso no es lo fundamental, sino más bien como se percibe y se vive eso que da por llamar democracia, es decir, se utiliza una perspectiva cualitativa. En todo caso, lo que encontramos es que el concepto de democracia guarda en sí una alta polisemia, que los dos enfoques por sí solos dejan incompleto el análisis y que es necesario recurrir a una reconciliación metodológica donde los dos enfoques sean más bien complementarios antes que excluyentes. El resultado en todo caso es un reconocimiento de la complejidad de entender un concepto que sirve para englobar una realidad donde se supone que el gobierno, el poder, lo ostenta alguien o algunos, que tiene la confianza de la mayoría de los ciudadanos.
Otro concepto central ha sido el de gobernanza. En principio el uso del concepto también ha resultado variado, pero en común ha servido para dar cuenta de la transformación que en nuestros países se ha verificado en la que el Estado, y particularmente el gobierno ha sido desplazado del centro del espectro sociopolítico por los actores sociales y económicos.
A final de cuentas de lo que se trata es establecer ciertas explicaciones, hipótesis, tal vez modelos, que permitan agotar la incertidumbre de quienes por un lado quieren saber las causas del por qué de los fenómenos de poder, o hasta quizá encontrar elementos que puedan ayudar a quien gobierna a tomar mejores decisiones en un contexto más abierto a la participación de más actores en el sistema político. Lamentablemente, en varios países la falta de relación entre la ciencia (universidades) y tomadores de decisión no está conectada de manera que sean mutuamente útiles. Pasa por ejemplo, que quienes ostentan el poder creen que las universidad públicas deben estar al servicio del Estado (entiéndase la élite en el poder) y pervertir su fin de crear ciencia y conocimiento para legitimar las acciones del gobierno. La crítica desde las universidades la identifican como un enemigo a vencer, en vez de percibirla como una oportunidad para rectificar. Por su lado las universidades caen en este juego que se ha mencionado por evitarse problemas y garantizar la sobrevivencia financiera de la institución, o bien, se coloca en una posición crítica y decide responder al principio por el que fue creada: servir a la sociedad y no a unos pocos empoderados. En todo caso, a lo que se enfrentan muchos académicos es al dilema de la denuncia o el silencio cómplice.
El politólogo en todo caso, como todo científico, debe de tener una actitud revisionista y ética en todo momento. No se puede andar por el camino del análisis sin la debida actualización de los conocimientos y herramientas metodológicas para tratar de entender la realidad. En todo caso, un actitud pasiva y complaciente es lo que más afecta a la disciplina.
La joven Asociación Latinoamericana de Ciencia Política ofrece para quienes se dedican de manera profesional al análisis político la oportunidad de compartir y confrontar las ideas y perspectivas que se tienen del poder político latinoamericano. Desde una posición idealista se esperaría que los resultados de los congresos organizados por ésta y otras asociaciones dedicadas a los diferentes aspectos de las ciencias sociales permitieran consolidar perspectivas originales y útiles para nuestra propia realidad. Más allá de que se cumpla este fin plenamente, el Congreso permite un diálogo para poder lanzar luz en los campos problemáticos que aquejan a las sociedades de Latinoamérica y sus gobierno: la democracia, que hasta el momento se le considera la mejor forma de gobierno, no ha logrado generar los niveles de calidad de vida deseados para la sociedad, no es gratuito que el tema central del evento sea ¿gobernanza sin desarrollo?

Publicado en diario Aguas

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