jueves, 29 de noviembre de 2007

Desarrollo democrático

En el anterior artículo se habló de algunos de los resultados relevantes del Latinobarómetro, un ejercicio de medición de la opinión pública que como resultado general ponía a la democracia latinoamericana en una posición de estancamiento: no avanza, no se cae, simplemente está ahí. Sin duda, ésta es la mejor descripción para el caso mexicano. Ahora, esta semana se han dado a conocer los resultados de otro indicador democrático; me refiero al elaborado por la Fundación Konrad Adenauer y la consultora Polilat, ambas organizaciones gozan de reconocimiento internacional.

Los hallazgos del Índice de Desarrollo Democrático de América Latina (IDD-Lat) fortalecen las conclusiones del Latinobarómetro. El IDD-Lat es resultado de la medición de cuatro dimensiones básicas del desarrollo democrático. No está basado únicamente en una sola fuente de información, sino que toma datos de otras instituciones para observar el desempeño de variables básicas con las que se puede definir que existe cierto nivel de democracia en un país.

La primera dimensión se refiere a las condiciones básicas de la democracia, y no tiene una medición propiamente cuantificable, sino que simplemente es la observación de si existe o no la democracia en términos formales. La definición básica para establecer si existe o no democracia es la siguiente: acceso al poder de las autoridades a través de celebración de elecciones periódicas, libres, justas y basadas en el sufragio universal y secreto como expresión de la soberanía del pueblo. Si falta una de estas características a un país, simplemente no es democrático. En México podríamos decir, sin ser demasiado exigentes, que sí existe una democracia formal, pues las leyes amparan los procedimientos básicos (técnicos) para elegir autoridades mediante el voto.

La dimensión dos del indicador tiene que ver con el respeto de los derechos políticos y las libertades civiles, que incluye las modalidades de la participación electoral (voto), derechos políticos, libertades civiles, participación de las mujeres en los diferentes niveles de gobierno, condicionamiento de libertades y derechos por inseguridad (este último se mide de acuerdo al número de homicidios por cada 100 mil habitantes). El puntaje que se obtuvo dentro de una escala que va del 0 al 10, como en la escuela, es de 4.217, lo que representa una ligera mejora de lo que se obtuvo en el 2006 (4.162), pero se advierte que es en el que más se debe trabajar, pues aún no alcanza el promedio que se tiene en la región (de los 18 países que se miden estamos en el lugar 11 en esta dimensión).

Para la dimensión tres lo que se toma en cuenta es la calidad institucional y la eficiencia política; esta dimensión incluye las variables relacionadas con percepción de la corrupción, participación de los partidos políticos en el Poder Legislativo y el accountability (control y responsabilidad de los gobernantes). Aquí es donde en definitivas México tiene un retroceso marcado y preocupante; en el 2006 ya había registrado un de por sí bajo 5.606, pero este año obtuvo tan sólo el 4.217. Una de las explicaciones vertidas en el estudio es que actuó el factor de anormalidad democrática, debido a la crisis institucional derivada del conflicto poselectoral del 2006, y por los hechos ocurridos en Oaxaca. Evidentemente el mal manejo de las crisis políticas, tanto a nivel nacional y local repercutió en la percepción de que las instituciones no tienen la capacidad para administrar correctamente los conflictos. Lo que se debe revisar, por tanto, es el diseño constitucional de las instituciones y el perfil de las autoridades que las encabezan. La reciente reforma electoral puede mejorar en buena parte el funcionamiento de las instituciones que fueron severamente cuestionadas en las pasadas elecciones federales.

La última dimensión a considerar toma en cuenta el ejercicio del poder efectivo para gobernar, y a la vez incluye dos subdimensiones: capacidad para generar políticas que aseguren bienestar (salud, educación, pobreza, desempleo) y; capacidad para generar políticas que aseguren eficiencia económica. El hallazgo para esta última es que, a pesar de que el PIB per cápita ha mejorado en más de 10%, el país ha decrecido en la eficiencia económica, esto se explica porque al mismo tiempo ha crecido la brecha del ingreso (en otras palabras, los ricos están ganando aún más y los pobres perciben cada vez menos). Y por el otro lado, en lo social ha sido bueno en cuanto a la mortalidad infantil, desempleo urbano, hogares en la línea de pobreza y gasto público en educación.

Los países que de acuerdo con este índice tienen democracias consolidadas son Chile (10), Costa Rica (9.706) y Uruguay (9.384), ya que encabezan la lista con un promedio del IDD-Lat superior al 9. México ocupó el año pasado el lugar cinco, este año se ubica en el seis. El índice de desarrollo democrático para el país es malo; si fuera a pasar de grado escolar repetiría el año, obtuvo el 5.566. Y ha ido de menos a menos, de acuerdo con las seis mediciones anuales que se han hecho: 2002 (6.340); 2003 (6.623); 2004, (6.139); 2005 (5.522); 2006 (5.917); 2007 (5.566).

Como se ha mencionado en otras reflexiones, cada sistema político es distinto y responde a diferentes factores. Que las últimas dos evaluaciones expongan el mal estado de la democracia no es para escandalizarse ni para tirar la toalla y saltar del barco (abrazar el autoritarismo). No se trata tampoco de manera simple de acusar a los otros (al gobierno de derecha, a la oposición perredista, a las herencias priístas); es más complejo que eso, es una responsabilidad de todos: de por fin ponernos de acuerdo en lo fundamental, en hacer cambios sustanciales en la forma de hacer política en el país sin estar midiendo constantemente los efectos electorales por la osadía de gobernar con el otro. Y finalmente, donde está el verdadero acertijo es cómo detonar la participación ciudadana: democratizar a los ciudadanos.

viernes, 23 de noviembre de 2007

Consolidación democrática

La democracia es un concepto abstracto que se utiliza para señalar una serie de procesos sociales y políticos, que en términos simples se refiere a esa realidad que tiene qué ver con los procedimientos técnicos y políticos mediante los cuales la sociedad de un Estado elige a sus gobernantes, y bajo esta naturaleza de origen las autoridades encumbradas por el pueblo deben gobernar con reglas también democráticas; es decir, surge del pueblo para servir al pueblo.

Los procesos democráticos, en consecuencia, se manifiestan de diversas formas dependiendo de sus elementos básicos: el tipo de sociedad que existe en un país, la cultura predominante en ellos, su nivel económico, sus creencias, su capacidad para organizarse y para participar, entre otras. Es lógico entonces entender que el tipo de instituciones que se tengan en ese país también serán diferentes, dependiendo de cómo se construya el entramado social. Se puede lanzar la hipótesis de que una sociedad que se interesa poco en los problemas públicos y que no quiere organizarse con los demás para solucionarlos, generará un terreno propicio para que los gobernantes actúen de manera poco responsable o comprometida con la sociedad, y además, que la sociedad se aleje de los problemas públicos puede estar alentado por el gobernante, que desea que el público al cual se debe esté más interesado en frivolidades de todo tipo que en los asuntos que le deben preocupar, como la calidad de la educación que reciben sus hijos o la transparencia con que manejan los recursos los gobernantes, ya que los recursos con las que cuenta el Estado no es otra cosa que los impuestos que paga la misma sociedad.

Como se puede observar el problema de la democracia es bastante complejo, y merece una constante revisión. No hay que distraernos de lo fundamental, aunque a veces los malos gobernantes y los poderes fácticos así lo desean por convenir a sus intereses.

A nivel internacional y en nuestra región, la organización civil Corporativo Latinobarómetro (con sede en Chile) realiza desde 1995 una serie de encuestas en 18 países latinoamericanos, entre los cuales se encuentra México; el estudio lleva el mismo nombre de la organización Latinobarómetro, y en este mes de noviembre se ha dado a conocer el informe correspondiente a 2007. Dicho estudio logra pulsar por medio de encuestas a una población de aproximadamente 527 millones de ciudadanos. Muchos de los resultados y de las conclusiones a las que llega el estudio son bastante interesantes y sugerentes para entender la realidad democrática de nuestra región.

Una de las principales conclusiones a las que se llega, desde el ángulo netamente teórico, es que las ciencias sociales, con sus herramientas actuales y por haber nacido en contextos desligados de nuestra realidad social y política están rebasadas para poder explicar el fenómeno democrático actual. Y esto es real, a lo menos si se observan los planteamientos teóricos actuales, ninguno sirve para entender en toda su complejidad el fenómeno, por lo que se requiere revisar los conceptos y herramientas metodológicos y a partir de ahí dar explicaciones más completas.
El Latinobarómetro analiza la variable económica, matizando su rol en la consolidación democrática. Por un lado es notorio el desencanto que hay de la política de menos Estado y más mercado que marcó el Consenso de Washington; no hay ni un solo país que haya tenido un éxito tal que pudiera orientar de manera definitiva a que otros continúen por ese camino como el único para solucionar los problema del subdesarrollo en la región. En contraparte, se ha generado un consenso nuevo: el Consenso de Washington no sirvió.

No obstante ello, y aquí está lo interesante, los procesos democráticos siguen. Los procesos políticos tienen una lógica separada de los procesos económicos -afirma el estudio-. O visto de otra forma, a pesar de los descalabros económicos, se sigue teniendo confianza en el sistema democrático. No se ha dado una regresión a regímenes autoritarios hasta este momento; el único país que se sale de este esquema es Venezuela. La conclusión del informe de alguna manera es ésta: «La democracia no se derrumba, pero no se consolida. Está ahí.» Parece que nos conformamos con poco, pero a lo menos seguimos por el camino correcto.

El caso mexicano sirve de ejemplo para analizar la idea anterior. De acuerdo con los hallazgos de la encuesta, se revela un marcado descenso en el apoyo hacia la democracia en apenas un año. En el 2006 el 54% de los mexicanos afirmaba que prefería la democracia en lugar de cualquier otra forma de gobierno; en el 2007 esa opinión la tienen sólo el 48% (bajó 6 puntos porcentuales); en el 2006, 41% de los encuestados está satisfecho con la democracia; en este año sólo el 31% está satisfecho (bajó 10 puntos porcentuales). Lo dicho, la democracia no se consolida, no se derrumba, pero sigue ahí. Pero por los resultados de esta encuesta debemos preocuparnos y hacer algo.

Robert Putnam, cientista político estadounidense, lanzó la hipótesis de que la ausencia de participación de las personas es lo que no permite que se consolide la democracia en los países. El camino es éste, no hay duda, necesitamos más ciudadanos politizados; es decir, gente que tome acciones para mejorar la vida en sociedad. Es así de sencillo. Sin embargo, los índices de participación son muy bajos; de acuerdo al Latinoabarómetro en México sólo el 12% de los encuestados ha participados en política, y apenas el 17% ha tenido algún tipo de participación social. Porcentajes claramente bajos.

sábado, 17 de noviembre de 2007

Nueva Legislatura

Después del proceso electoral del pasado 5 de agosto, en que se eligieron a 18 diputados por el principio de mayoría relativa y nueve más por el principio de representación proporcional, será instalada el día de hoy la LX Legislatura del estado. El voto ciudadano se tradujo en una conformación plural, pues con excepción del Partido del Trabajo, todas las fuerzas políticas estarán representadas en el Congreso.
Antes de que se dieran los grandes cambios políticos a través de la alternancia en las gubernaturas o en la presidencia de la república, el Poder Legislativo fue la institución política que de manera casi silenciosa fue dando espacio para las diferentes oposiciones políticas, pues a pesar de que en muchas ocasiones no lograban ganar elecciones de mayoría al Partido Revolucionario Institucional, el número de votos que conseguían le permitían tener voz y voto en las decisiones legislativas. Y también hay que decirlo, que siendo minorías, muchas veces los reclamos no eran escuchados y el número de sus votos no significaba una amenaza a las decisiones del partido en el poder.En Aguascalientes el Partido Acción Nacional pasó de una representación discreta a una protagónica en el año de 1995. En ese año, el PAN se benefició de varios factores que le permitieron tener el apoyo de la mayoría de los ciudadanos; esto le retribuyó en un primer triunfo en el municipio de Aguascalientes y ser protagónico en el Congreso, para decirlo en pocas palabras: dejó de ser minoría. En las elecciones de 1998 el PAN toma pleno control del Congreso. El PRI vuelve a tener un dominio en el 2001, pero así como lo obtuvo lo perdió en la elección del 2004. Ahora en el 2007, el PRI regresa con fuerza al Poder Legislativo y llega también un PAN como segunda fuerza con lecciones de poder bien aprendidas.
Un dato que tampoco debe soslayarse es que los diputados de mayoría que se eligieron fueron votados bajo una nueva distritación electoral. Las circunscripciones electorales anteriores carecían de equidad poblacional al dotar de un diputado para cada municipio del estado. La redistritación electoral le quitó representantes a los municipios para darle igualdad a los votos de los ciudadanos. Curiosamente, algunos argumentaban que la redistritación estaba diseñada para quitarle posibilidades al PRI, de que tuviera más diputados en el Congreso por su elevada presencia en los municipios del interior, y darle mayor oportunidad de que triunfaran los candidatos del PAN, pues la mayoría de los distritos electorales están en el municipio de Aguascalientes, donde se suponía había pleno dominio de Acción Nacional. Ni lo primero ni lo segundo, el gerrymanderismo no se dio. Los ciudadanos demostraron que no tiene compromisos de por vida con ningún partido político, que sus preferencias electorales varían de elección a elección. Un porcentaje elevado del electorado analiza la oferta política, así como apoya hoy a un partido, mañana lo puede hacer por otro. Es la primera lección que se debe de aprender en el juego democrático: no hay derrotas totales, ni triunfos eternos.
La movilidad política es más que necesaria para el estado y para el país. Si se analiza con cuidado, tenemos a muchos personajes que han sido protagónicos desde por lo menos dos décadas. La conformación del Congreso combina en el perfil de sus integrantes personalidades con amplia experiencia política y sangre nueva, algo que es necesario para cualquier clase política. Ojalá y esto se siga dando en otras esferas de la vida institucional del estado.
La legislatura que recién ha concluido su periodo adoleció en su último tramo de capacidad para llegar a acuerdos importantes. El desgaste por el endeudamiento propuesto por el Ejecutivo fue algo que polarizó posiciones, al extremo que se pasó de la sana discusión al enfrentamiento y rompimiento de lealtades partidarias. Uno de los pocos datos que se pueden rescatar para medir el sentir de la población en este sentido es el sondeo que realizó el periódico AGUAS vía internet: se preguntó si creían que los diputados locales habían desquitado su salario en estos tres años; el cien por ciento de los que participaron en este ejercicio dijo que no.
Más allá de estos ejercicios de medición de la opinión pública, lo cierto es que la sociedad demanda de sus autoridades, en este caso de sus legisladores, de mayor compromiso social, del desarrollo de una actividad profesional alejada de compromisos de partido o de grupo. El Poder Legislativo crea y ordena el entramado institucional, de la capacidad analítica de los legisladores y del tipo de diálogo que se genere con el Poder Ejecutivo dependerá el desarrollo de la entidad. La cohabitación política ya no es un estadio de transición hacia el dominio de un partido a otro, como muchos pensaban, es más bien una forma de vida política: dialogar, debatir y acordad son las tareas básicas.

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